Un niño en la calle, responsabilidad de todos


“A esta hora exactamente, hay un niño en la calle”, y si, puede que sea el inicio de un poema del argentino Armando Tejada Gómez, pero es la verdad, tan solo salir a la esquina de mi casa y diario veo los mismos ojos solitarios, tristes, una carita que suplica amor.
Tengo seis años de conocer a “Pedro” (por obvias razones le cambio el nombre), el mayor de tres hermanos, en ese tiempo tenia nueve años. Sus papas, mis vecinos, ni de casualidad los conozco, nunca se dejan ver.
La primera vez que hable con el, se me acerco para pedirme comida, lo invite a mi casa y platicamos, era verano y el calor al igual que ahora estaba aterrador. Recuerdo ver su rostro alegre al sentir la sombra, el fresco y el comer un pedazo de pollo. Desde entonces todos los días venia a casa, para saber si me hacia un mandado y ganarse la comida.
Al paso del tiempo me entere que su papá era alcohólico, que trabaja eventualmente, su mamá si estaba de buen humor les hacia de comer (eso no es muy seguido), hacia el aseo de la casa y cuando se iba a trabajar por las tardes sacaba a los tres hermanos a la calle para que no ensuciaran. Así inicio su vida en la calle.
“Pedro”, a sus entonces 9 años no sabia leer ni escribir, había reprobado por segunda ocasión el cuarto año de primaria, pero como niño eso no le importaba, solo quería estar en la calle, jugando con los vecinos al futbol, las bicicletas, las escondidas o los quemados. Se despedía rápidamente a las 10 de la noche, pero no para irse a su casa, el iba a un restaurante cercano a cuidar autos y ganarse unos pesos, así sabia que tenia garantizada la cena: un taco y un refresco.
Así pasaron seis años, “Pedro” fue creciendo y poco a poco se fue alejando, ahora tiene 15 años, sigue sin saber leer y escribir, se quedo en cuarto año de primaria, su hermano menor ya entro a la secundaria, y el, ni soñar con iniciar sus estudios en la preparatoria.
Ahora se dedica a ver la vida pasar, sentado en la banqueta de la esquina, su ropa es casi la misma, su cuerpo aun de niño es delgado, se ve que ha crecido, pues los pantalones le quedan muy arriba de los tobillos, usa unas chanclas viejas, dice que los tenis ya le ajustan.
Cuando me visito una amiga, solo dijo “yo quiero adoptar a ese niño, todos merecemos una segunda oportunidad” y la verdad si, “Pedro”, al igual que millones de niños de la calle o producto de una familia disfuncional, merecen la oportunidad de vivir en un hogar cálido, lleno de amor, de ir a la escuela y se alguien en la vida.
Siempre me he preguntado, donde están los papas de “Pedro”, físicamente se que dos seres humanos que lo engendraron están en su casa y reniego por que el futuro de este niño no es prometedor, señalo a la mamá y al papá de ser responsables de la desgracia que su hijo vive ahora.
Pero, yo también soy mamá y no existe escuela que nos enseñe a tener esta enorme responsabilidad, gracias a Dios yo tengo a mi papá y tuve una mamá que me cuidaron, me dieron amor, me mandaron a la escuela y a la antigüita me dieron mis tres nalgadas cuando me lo merecía, y eso me ayuda a poder desarrollar lo mejor que puedo mi tarea, aunque confieso que es difícil, peor que el examen de matemáticas en segundo de secundaria.
Es fácil juzgar a los demás y encontrar culpables, lo primero es señalar a la mamá de “Pedro”, decir que ella no cumple con su compromiso de ser madre, pero, ella también es victima de las circunstancias, ¿a ella la enseñaron a ser madre?, ¿como fue su hogar?, ¿como fue su infancia?, ¿también vendrá de una familia desintegrada?, ¿seria una niña maltratada? Son preguntas que no puedo responder.
Como parte de la sociedad en la que vivo me siento responsable del futuro de “Pedro” y de miles de niños que viven en situaciones similares, tenemos que hacer algo, antes de que la delincuencia lo atrape por unos cuantos pesos “fáciles” y a nosotros nos sigan ganando por el desinterés que demostramos por nuestros futuros abogados, médicos, periodistas, políticos, curas, artistas o científicos.
Esto no es tarea solo de gobierno o de organizaciones civiles, no deseemos para los niños, lo que no queremos que les suceda a nuestros propios hijos.
“Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle, que hay millones de niños que viven en la calle y multitud de niños que crecen en la calle. Yo los veo apretando su corazón pequeño, mirándonos a todas con fábula en los ojos. Un relámpago trunco les cruza la mirada, porque nadie protege esa vida que crece. Y el amor se ha perdido, como un niño en la calle”.

Comentarios

  1. muy buena historia nos enseña a que nos quejamos de muchas cosas que no tenemos & ellos nisiquiera comida tienen.
    lastima que es cosa de todos los dias :S deberiamos de ayudar entre todos

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